Concierto del 14 de Noviembre de 2009. Todo el evento estaba rodeado de circunstancias y circunstancias… Su existencia se había publicado 6 meses antes, generando unas expectativas bastante mayores de lo esperado. Era la primera vez que los alemanes se acercaban a Bilbao. No soy especialmente fan de Rammstein (así que si os esperais una crítica tipo revista especializada, pues como que no va a ser esta), pero tengo un amigo que sí lo es, así que 10 minutos después de que apareciera la noticia en la prensa ya sabía que ese día tocaría concierto. Las entradas, a pesar de mi general y muy conocida afición por el último puto minuto, estaban en mi cartera desde hacía meses.
La semana previa también había tenido su historia. El fallecimiento de Txus/Rincewind me había pillado muy a pie cambiado. Para mí ha sido el amigo con el que compartes pocos ratos pero intensos. Además, cuando se muere alguien con 38 años, aunque no te pille tan directamente a la yugular como a su pequeño enorme mundo cercano, tu cerebro automáticamente pasa a modo «deja de quejarte, que estás vivito y coleando y con eso basta, pero… ¡Maldita sea!», dejando cualquier otra preocupación en «stand-by». Incluidos conciertos.
Pero la vida sigue, y así nos vemos, cervecita y perrito caliente en mano, buscando sitio en el BEC para ver a los héroes alemanes del Rock más cañero y provocador de los últimos tiempos. Los de ritmos brutalmente sencillos y machacones pero letras igual de brutalmente enrevesadas, muchas veces incomprensibles y alguna vez completamente intraducibles y casi siempre repletas de «sergiadas» . Los que parecen nazis siendo de izquierdas. Los que en disco no dejan títere con cabeza, pero en directo son el orden personificado. Los Rammstein.
A los teloneros nos los saltamos olímpicamente. Como «castigo», nos toca buscarnos sitio en alguna esquina a 5 kilómetros del escenario. Desde allí llegas a comprender a esos pintorescos héroes de las películas de época, que para ir al teatro se llevaban todo un arsenal de binoculares. Todo se ve minúsculo.
Y llega la hora. A las 10 menos 5 se apagan las luces y en una coreografía espectacular, reventando una «pared» a martillazos y fundiendo otra a chispazos, Rammstein se abre camino para salir a escena y ofrecernos casi 2 horas de tralla. Tralla que comienza exactamente a las 10, tal como estaba escrito en las entradas. (Son alemanes, por si no había quedado claro).
Empiezan con Rammlied, tema comunmente conocido como «El_otro_tema_cuyo_estribillo_es_Ramm-stein«, para luego ir tocando mayormente temas de su último disco. Para mi gusto, demasiados.
Pero cae también algún clásico intercalado. La gente, muy animada. Las tribunas nos ponemos de pie en el minuto 1 y no nos volvemos a sentar. El juego de luces, acojonante. Lindemann aporrea el micro en su pose característica tema sí, tema también. El teclista… Bueno, el teclista merece párrafo aparte.
Ya desde videos de conciertos anteriores había quedado medianamente claro que el tío se ocupa mucho más de la orquestación grabada y que su virtuosismo se… ejem… limita a darle de vez en cuando a algún «Play». Ni corto ni perezoso, para el tercer o cuarto tema pone en marcha una bandeja rotativa que hay debajo de sus teclados y… se pasa el resto del concierto andando sobre el mismo sitio. De vez en cuando baja al lado de Till, los teclados siguen sonando aunque el esté a 15 metros pero es lo de menos, porque… no es esto lo que se les pide a Rammstein. No se les piden solos, no se les pide virtuosismo, se les pide espectáculo. Y lo dan. Por cierto, el resto, bajo, batería, guitarras, voz, sí creo que son riguroso directo.
Para Feuer Frei ya se dejan de minucias y sacan la pirotecnia pesada. Bueno, más que pirotecnia unas llamaradas que si no llega a ser un recinto cerrado se verían desde la Luna. Y Feuer Frei mola hasta a los no entendidos. Y el público participa. Bang, Bang!
El tiempo avanza y nos empezamos a preguntar… ¿Caerá Te quiero, Puta? Pero no cae. Yo tengo otro pequeño caprichito, se llama Spieluhr, pero tampoco cae.
El concierto sigue. Una cosa queda clara. El nuevo disco es el protagonista. Esto me lo recuerda Javi, porque yo, la verdad, me sacas de los clásicos y me pierdo.
Se traen un surtidor de gasolina de esos antiguos (vamos, de los que molan, de peli en blanco y negro) y descargan Benzin. Brutal. Siguiente: Links 2-3-4. Que el estribillo lo corea todo el mundo. Y llega Du Hast. 15 mil almas cantando en aleman. Que no tengamos idea de alemán, es lo de menos. «Du, Du hast, Du hast Mich». Lo del hamster, sin que sirva de precedente, lo dejamos para luego. Hasta los impasibles artistas hacen una reverencia. Que igual es lo único que da la sensación que hacen «fuera de programa».
Después de esto, llega Pussy. Yendo al chiste fácil, tema bastante coñazo. Y después del haber visto el muy comentado clip, ver que Lindemann se sube a un cañon que escupe espuma a modo de… ejem…, y… nada más, te deja un poco «Tanto clip para tan poca chicha?». Vale, aquí habla el salido que se imaginaba que lo que liaron los Lizzy Borden en Kobeta hace unos meses se iba a quedar en «Blancanieves y los siete enanitos». Pero no.
Rammstein hacen amago de finalizar el concierto. ¿¡Una hora y 5 minutos?! No, vuelven. Menos mal. La recta final del concierto nos trae Sonne, Ich Will y alguna más que no conozco, entre fuegos artificiales, un barquito que llevan a Christian/Flake Lorenz (el esquelético teclista) por encima del público y, para acabar, Engel, otro de sus grandes clásicos.
El espectáculo, tremendo. El concierto, mu’ bueno. Ellos, mu’ profesionales. ¿Peros? Pocos. Uno solo, pero gordo: Por favor, para la próxima poned una pantallita detrás, que de lejos al enorme Lindemann apenas se le ve y al minúsculo teclista, pues aún menos.
En fin… resto de la noche, metro, tragos. Azzurro, tragos. Recordando a Txus (Rincewind), tragos. Amigos, tragos. Tragos, más tragos. Domingo en el sofá, hasta que coja el molde del cuerpo.
Y hoy, dos semanas después, aún me retumba el «Links 2-3-4». Y Txus, no se si la música te habría llenado, pero el espectáculo lo habrías flipado. Hasta siempre.
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