Hace ya tiempo, en aqueste augusto rock blog, se publicó un artículo sobre el «fenómeno» (en el más puro sentido de evento sin explicación) de un tal Justin Bieber: el triste caso de un niño canadiense prostituido por su madre en una discográfica. Poco nuevo voy a contar sobre el chico, podéis leer el artículo aquí.
De lo que voy a hablar hoy, aprovechando el cipostio montado en Youtube a propósito de una chavalita de Valladolid con más descaro que raciocinio (más tarde os pondré en antecedentes), es del fenómeno «fan histérico», un tema del que hace mucho que quería hablar.
Dan miedito ¿eh?.
Bien, ahora hagamos un poco de teoría e historia:
La palabra «Fan» es una abreviatura de fanático y se usó por primera vez en la década de los 50 por sociólogos que no querían usar la palabra completa por tener unas connotaciones demasiado negativas. ¿Y por qué querían usar el término «fan» los sociólogos de los 50? Porque en esa época fue cuando comenzó a surgir el fenómeno tal y como lo conocemos hoy.
No nos engañemos, la admiración acrítica y desmesurada, la adhesión fanática y el gregarismo han existido desde siempre, aunque tradicionalmente han ido unidos a otros ámbitos como la política o la religión. Lo que hace distintos a los fans de hoy proviene de las especiales circunstancias en las que occidente ha vivido desde el final de la 2ª Guerra Mundial y, en especial, desde el desarrollismo de los años 50, esto es: que vivimos muy bien.
Existe un acuerdo generalizado entre los teóricos en señalar esa década como la del inicio del fenómeno fan moderno; las razones:
– Época de singular bonanza económica y desarrollo. La supervivencia ya no es una preocupación de primer orden.
– Pérdida de influencia de las comeduras de tarro habituales: ideologia y religión.
– Falta de referentes sociales y un estilo de vida basado en el disfrute personal.
Estos y otros factores propician entre la juventud de allá donde confluyen una tremenda desorientación. La necesidad de un proyecto vital, de un reto, de un «sentido de la vida» por así decirlo, que en todas las generaciones anteriores se había centrado en la supervivencia y el alcance de unas determinadas cotas de bienestar, no encuentra donde asentarse en la nueva generación que no ha conocido, ni conocerá, el miedo ni las privaciones. Sin embargo, allá donde no hay sueños, la gente se los crea, por lo que faltos de referentes, los jóvenes miran hacia el mundo de la música y el cine, mundos ideales en los que volcar su fantasía y anhelos.
Pese a notables precursores como Frank Sinatra, que ya arrastraba fans histéricas en los 40, el pistoletazo de salida a esto lo da Elvis «the pelvis» Presley una década después, cuando por primera vez se comienzan a ver legiones de seguidoras al borde de la lipotimia siguiéndolo ciudad tras ciudad. En los años sgiuientes, esta tendencia se vería muy aumentada con los primeros grupos de pop y rock de proyección mundial (léase «más famosos que Jesucristo»), los Beatles llevaría el fenómeno fan hasta la estratosfera.
Tampoco es cosa de ser rancios y no mencionar que los Rolling Stones tampoco les iban a la zaga, pero aquí se recuerda más a los Beatles, quizá sea por esto:
Estos factores que he mencionado antes no sólo propiciarían el fenómeno fan, sino también el movimiento contracultural de los 60 y 70, que tendrían no poco feedback entre sí (esto ya es teoría mía): El mismo impulso que llevaba a los jovenes a rebelarse contra lo establecido social y culturalmente los llevaba asimismo a convertirse en fans acérrimos de las estrellas y grupos que simbolizaban dicha rebelión. Es la era del Submarino Amarillo, de Bob Dylan, de Jimmy Hendrix, de las groupies, de nuevos estilos musicales como el metal y el punk, y de tantas otras cosas, que me pasaría una semana enumerándolas.
Recomiendo una peli: «Casi Famosos».
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Es también en este tiempo cuando empiezan su noviazgo el elemento fan y el marketing, noviazgo que culminaría en sonada boda en la década de los 80 y que, como matrimonio bien avenido, nos ha seguido jodiendo hasta hoy.
Pues sí, las grandes empresas, no solo las discográficas, acabaron dándose cuenta del poder económico que tenían estas hordas de adolescentes y del tremendo mercado que representan. Habían encontrado una mina, y ¿qué se hace con una mina? Explotarla hasta dejarla hueca. Esto no es malo en sí, al fin y al cabo si tienes algo en lo que has invertido dinero y se vende, bien, pues lo vendes, no te detienes en discos y conciertos; les vendes: chapas, camisetas, libros, vídeos, cuadernos, bolis, vibradores incluso….., no se libra ni el mas punkarra.
Lo malo de esto es que abrió la puerta a algo más feo, más intencionado, algo que convertiría la música en una fulana fea y de dientes viejos, vendida al primero que pase: La fabricación directa de ídolos de masas. No es algo que arranque en los 80, viene de mucho antes, pero es entonces cuando alcanza realmente cotas profesionales y clava bien dentro los cimientos del enorme edificio de cutremongolez que arroja su sombra sobre nosotros cada vez que ponemos la radio, la tele o entramos en un garito de los «normales».
En la década de los 80 proliferan, como hongos en vagina de meretriz, «artistas» de muy corto recorrido musical que son rápidamente reemplazados por otros de su mismo pelaje; fabricados en serie, sin carisma, sin personalidad, sin nada que decir, salvo las 4 ñoñadas que repiten sin cesar; ídolos huecos como Rick Astley, Jason Donovan, Jon Secada o los Milli Vanilli (lo que pasó con estos merece mención aparte, ya que hasta usaron a modelos haciendo playback para poner la cara de un grupo en la sombra), cantan sobre temas universales como el amor y el abandono…, porque no tienen ninguna idea propia. Son productos de supermercado, listos para un consumo voraz, tan fáciles de escuchar como de olvidar. En esta época nacen dos instrumentos básicos del «merchadising fan»: el vídeo musical como herramienta de marketing principal y los grupos de chicos (varios vocalistas -bailarines), la conjunción de ambos será devastadora.
Ya no es necesario saber componer, ni cantar, ni tocar, ni saber hacer la O con un canuto. Sólo tienes que quedar bien ante cámara y saber moverte, ya puedes ser una siliconada sin meninges como Sabrina, o dos inútiles macitas con rastas como Milli Vanilli. Si algo tienen los fans es que, bien presentado, se lo tragan todo.
El marketing fan llevado a su máxima excelencia son los mencionados grupos de chicos. Desde precursores como New Kids on The Block o Take That, hasta formas superelaboradas como Backstreet Boys o N’sync, todos comparten las mismas características y el mismo objetivo:
– Los crean directamente las discográficas, mediante castings.
– Pocos de ellos tienen algún talento individual. Los pocos que lo tienen salen corriendo antes del 4º disco.
– Son guapos.
– Son horteras.
– Se diferencia el look y pose de cada uno para crear un buen tutti frutti de «chicos malos». No os engañéis, no es personalidad, son sabores.
– Tienen elaboradas coreografías pensadas sólo para mostrar los tiernos o malotes que son y lo buenorros que están.
– ¿La música? Venga, no me jodas con tonterías, es solo la pista de audio.
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Sí, es solo la pista de audio, porque lo que se vende aquí no es música, son hormonas, hormonas adolescentes, estrógenos y testosterona adultas en mentes infantiles, reconozcámoslo, a los 15 años no se tiene criterio acerca de nada (falta experiencia vital) y mucho menos dominio de uno mismo, a menos que me quieras hacer creer que has sido niño soldado en Namibia, no has tenido experiencia para nada aún.
Estoy harto de escuchar sandeces como «hay chicos/as de 15 años que tienen mucha madurez». A esa edad eres un cretino/a, y no lo digo despectivamente -es una fase primordial del crecimiento como persona-, en mis tiempos yo fui un cretino excepcional. Ahora sigo siendo un cretino, pero de otra especie.
¿Que tus papis se han divorciado? Una intensa experiencia, pero para ellos, tú solo eres el espectador. ¿Que se te murió un pariente? Te acompaño en el sentimiento, pero sufrir, no es lo mismo que aprender…, etcétera…
Creo que esto deja claro mi punto de vista, al pan, pan y al vino como locos.
Es curioso que éste mercado esté orientado principalmente hacia las chicas, pero no cabe duda de que estas son mucho más susceptibles al fenómeno fan.
Pero de eso y otras cosas hablo en la siguiente entrega, y última por el momento, de este interesante tema.